Hablar desde el espacio
de
encontrarse
y
refundarlo.
“Segundo
caso: Liberación paulatina.”
Hablar desde el espacio
de
encontrarse
y
refundarlo.
“Segundo
caso: Liberación paulatina.”
Hablar desde un raro brillo
que
se relame en su opulencia,
que
aparece en la noche
como
una especie de monstruo.
Algo
así como una luz,
un
foco amarillo colgando
de
un cable alimentando
un
fondo lleno de humedad.
Una
iluminación de domingo,
una
terraza vacía,
una
película doblada repetida
en
blanco y negro mientras el domingo se calla,
en
este lunes que ya es martes.
Es
un recuerdo,
la
sensación del recuerdo,
la
asociación del silencio
y la
visión de lo interno.
Hablar desde lo descompuesto
ponerse
en acción,
poner
la mente y el corazón
en
el lugar entero.
Hablar
con el aire,
enviar
las señales a un hombro,
a un
asombro, y a personas leales, reales,
que
en sus torbellinos,
frenan
el espacio-tiempo.
Hablar
desde las vísceras
sin
miedo, sin sol, sin luna,
sin
amo, Dios ni patrón.
Desde
lo descompuesto,
mirarlo,
mirarse, volver.
Y si
estoy enloqueciendo
mis
amigos ya son parte.
Hablar desde el dolor,
de
la resistencia de cartón,
del
esqueleto de madera,
desde
el recuerdo del sufrir.
Hablar
pensando en energía
en
la potencialidad de lo intrínseco,
en
ese poder gestado,
como
una flor que se resiste
a
terminar la primavera.
Debe
ser la distancia
que
me atraganta, que tropieza,
que
no es clara en momentos.
Debe
ser la ansiedad,
la
luna, la música, la almohada,
que no
sabe y escucha los pensamientos.
Hablar
desde la mesa vacía
y el
recuerdo de los sueños.
Hablar desde el color,
un
rosa en el cielo,
un
rosa de lo antiguo,
un
color barrial,
como
estampita de un santo inventado,
como
el olor a la salsa de mi madre,
como
el recuerdo de la radio
y
mis manos en compañía
de
algún quehacer.
Hablar
desde el color,
hablar
desde el olor,
hablar
pensando en rosa,
en
la calma del atardecer,
en
la profundidad de la calma,
es
hablar del recuerdo
en
la convivencia esencial.
Hablar desde la confusión
es
hablar eclipsado,
es
emprender un sendero
donde
el cuarto se inunda,
y no
se sabe si está lloviendo
afuera
de esta noche.
Debe
ser la luz del misterio
que
erige un monumento,
un
movimiento andante
donde
el avance no tiene freno
ni
el sentido hacer silencio.
Debe
ser la soledad
del
cielo en su saciedad
o su
hambre de la nada,
ese
encuentro del tiempo
en
el que arden las ganas
de
comer en la mitad de la noche.
Quisiera encender la mecha
para
dinamitar los dolores
y
encontrar los vestigios,
así
contarles un cuento
del
como crecieron
para
finalmente ser olvidados.
Quisiera
encender la llaga,
así
la cicatriz se arma,
y
dejar de gastar saliva
en
todo lo que fue
y no
quiero que sea.
Quisiera
que sepas
que
dinamitar es bueno,
y
que a veces destruyendo
se
construye un cielo.
Vos sos el sol
que se cae y se levanta
que pasa por todos los estados,
y salta entre médanos
del cobre a la densa materia,
de la ceniza a la lava
ardiente,
sobresaliente oro.
Vos sos el sol que sale,
que a la noche medita,
y que en su núcleo
invoca toda la creación,
y al salir por la marea
exhala la energía entera
del universo.
La luz
que emanan esos ojos
es la luz que grita
que ya no dormita,
es la puerta que acelera
la entrada, el pasillo, la casa,
la calle, la vereda.
La luz
que esos ojos emanan
es la luz de la caricia,
es la llave del encuentro,
la cama, la almohada,
la sábana, la frazada,
tu cuerpo y el mío,
el techo y el silencio.
Hoy,
ha soñado el pasado,
con un sonido similar,
a cuando cae un guante.
Hoy apareció,
un fuego extinto,
en una chispa crispada,
con ganas de encender
un bosque fresco.
Hoy queda atrás,
todo aquello que abrió
una herida, un puñal,
que se regocija
en el auto-convencimiento total,
de ser Dios, la patria y el amo o el
amante.
La sorpresa
es que quería sorprender,
y el gusto
deja algo desabrido,
mientras nuestra saliva
recuerda aquella partida,
el núcleo de su alma,
que ya dejo una sombra.
A veces pasa la noche,
a veces pasa la mañana,
mientras nuestra saliva
recuerdo,
todo lo que no importa,
todo lo que poco importa,
recuerdo ese dicho
“aquel que se va sin que lo echen,
vuelve sin que lo llamen”
Es hora
de que la noche caiga
y entre rodeos
silencie el techo,
y el silencio abrumador
de lo estático.
Es hora de que caiga
la hora que hace rodar,
y pone el filme en marcha
que sorprende y a veces espanta.
Es hora de que mis tripas
y la tele del vecino
que retumba en mi baño,
encuentren el timer
y se armen de silencio.
Para sembrar,
para alcanzar a crecer,
no solo hay que ser,
no siempre hay que ser,
no siempre hay que ser,
hay que comprender la existencia,
hay que comprender todo,
la posible existencia de algo,
de la otredad.
Hay que comprender la existencia
y sentir lo inasible,
lo inabarcable,
cómo gravita, cómo invade,
y cómo a veces es inexistente
sembrar,
alcanzar a crecer,
para sembrar.
Para crecer,
para alcanzar a ser,
no hay que sembrar,
no siempre hay que sembrar,
no hay que cortar un árbol,
hay que talar un bosque
y ver la tierra quemada.
Para saber,
dónde no hay que plantar,
hay que talar un bosque
y oler la fragilidad,
cómo suena y cómo arde,
y cómo a veces es una molestia
crecer,
alcanzar a ser,
para crecer.
Un rincón del espacio,
un rincón del aire,
un rincón donde divide,
el sol y la luna
y desde donde llega
la información ilimitada.
Ese lugar donde se materializa,
ese lugar donde es materia,
ese lugar de los elementos,
donde la unión,
donde la arista de aquello interno y
externo se expande.
La perspectiva y ese punto donde se absorbe
la luz,
la materia y el espacio.
Bajo esta noche que vibra,
pero no habla ni enuncia.
Bajo esta noche que zumba,
pero no emite señales codificadas.
Bajo esta noche que medita,
y el suelo nos sostiene,
y el aire nos detiene,
y el cielo nos contiene.
Bajo todo este silencio,
tan hermoso como atroz,
el contacto a la distancia
festeja la juventud,
que medita y vibra
ahora.
No sabría si creer,
como desde un mito,
una visión inocente,
una iluminación pequeña,
el destino cobra vida
y desde ese florido lugar,
el mensaje se propague,
como el aire incontrolable
que se encuentra en los encuentros
cercanos
de cualquier tipo.
Que cálido pensar,
que cálido pensar, bien digo,
ese poder de expectación
que vuelve sorpresa lo cotidiano,
y paralelamente una realidad
se crea y decide crearse
cuando el mal se volvió invisible.
¿Te acordás del mar?
En un silencio,
mientras tras las paredes crujían los
muebles,
se arrastraban los pesos,
las maderas se encariñaban,
se oían truenos,
esos estruendos que anuncian
la próxima llegada.
El avistamiento que siempre se huele,
como quien deja un rastro
una presencia que gravita,
en eso de los ruidos de la vida tras
los muros
recordé el trueno en el mar,
como un ataque de romanticismo.
A veces creo que encontrar
es la antesala al laberinto,
porque el contexto, el color, el sabor,
el olor de esos recuerdos,
forman un eléctrico cambio.
Esa corriente desata
la construcción de lo ya ajeno,
de una lejanía perpetua,
de una lontananza que se posa,
a los pies de la cama.
Aquel poder divino
predijo que todo lo que haríamos
se transformaría en peso,
en un proceso de gas a líquido,
de líquido a sólido.
Sólido de constancia pura de materia
gris
que lento se cocina a fuego
para atravesar las partículas,
y desde el aire comenzar el habla,
la conversación.
Aquel poder divino
devino en sustancia,
el ritmo de la consistencia,
que con cruda elegancia,
parte el aire como un trueno
mientras a la distancia,
sos pensamiento.
Como una odisea,
como una antología,
como un viaje intergaláctico
al espacio interior,
un recorrido circular
de las ideas fundamentales,
de los pilares en el bosque,
del stonehenge mental,
que aún erosionado y en ruinas,
decide permanecer latente,
como el fuego que nunca se apaga,
si no, se calma.
Como un viaje intergaláctico,
sin salir del cuarto.
El silencio callado
sobre el aire contenido
que se condensa en el suelo,
de todas las mañanas
que amanecen al unísono,
de estos raros movimientos nuevos.
En el frío aparece,
que acontece en la ventana,
que me abraza en la cocina,
que se filtra por la puerta,
y que refleja por toda la casa.
Son casi las diez,
y en este tiempo nunca
se sale de la cama.
En este falso verano
que acontece previo a la lluvia
donde el inicio debe ser
reiniciado.
En este falso verano
que es un fuego enjaulado
nos encontramos en pausa,
terminando algo que aún
no comenzamos.
Se va Marzo, salúdalo,
porque si hay algo que decir
es que todavía, no comenzamos.
Porque aún, parece verano.
Concentrado
es este azul uniforme,
que vino para llamarme,
mientras en la profundidad
de las aguas estaba.
En esta inquietud
que canta eureka,
que se relame en la propia idea
sin cuestionarse tanto todo.
Concentrado
en este envase,
que la noche libera,
para pintar los rincones
y desafiar eléctricamente
a quien desee ponerse en frente.
Generar un templo
en cada espacio roto,
generar un silencio
que arrebate pensamientos.
Generar el espacio
de la contemplación en cascada
que se derrama y diluye,
entre el sol, a luz y el pavimento.
Generar las olas,
generar el sueño,
recorrer esos metros cuadrados
en quietud.
En la quietud de los pensamientos.
La torsión,
los huesos,
las contracturas,
los sonidos del aire,
la mirada concentrada,
en este mar de alcohol en gel,
que de pronto encontramos
sin buscarlo.
De pronto nos encontramos
De pronto no nos encontramos más.
La torsión,
los huesos y la carne,
el abrazo cautivo,
y todo este fuego desperdiciando.
Contener la llama
es una contractura concentrada.
Ponerse en acción
es cambiar la materia
es desafiar al día
tomar la luz y hacerla.
Es provocar al sol
cantarle unos versos
querer embelesarlo,
avasallando su furia,
y convertirse en piedra
en talismán humano,
para resplandecer
y ponerse en acción.
Aries,
la templanza y la firmeza,
la convivencia.
En este día soleado
se escucha la actividad solitaria
y la desesperación informativa.
En este día soleado
logré encontrar el sentido
mientras detrás y por acá cerca,
cantan unos pájaros indescriptibles,
imaginados.
de sonido gutural invisible.
En este día espero
que los hallazgos sean plenos,
que la luna haya dejado,
o haya renovado,
todo el vocabulario
que siempre necesitamos.
Hoy el día es de otro color
ese que viene del cielo para
renovarnos.