Había una vez
un paisaje acalorado
donde el viento abrasaba
y en la noche, el cielo,
dejaba un camino iluminado.
El agua
se abría paso en descanso,
y sin movimiento, se corría,
despacio, casi sin tiempo,
desplegado.
Mientras que en llamas
partían los troncos quebrados,
el viento abrazaba,
dejaba un camino iluminado
desplegado,
se abría paso al descanso.
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