De la noche me queda
el hastío, el vestido,
el velo, el humo, el suelo,
que son rutas recorridas
en un proceso de reconocimiento.
De la noche me queda,
la impresión de ser un presente,
entre la sedación del cuerpo y el
color
de los ojos ardidos.
De la noche me queda,
el valor de la mañana,
que amanece como si no supiera,
como si nadie le contara,
que en el ocaso hay un punto exacto,
de revancha.
De la noche me queda un río,
que abre una conversación
con mi insomnio en silencio.
Mientras, buscamos el remo,
para sumergirnos en la corriente
del camino nuevo.
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