Aquel poder divino
predijo que todo lo que haríamos
se transformaría en peso,
en un proceso de gas a líquido,
de líquido a sólido.
Sólido de constancia pura de materia
gris
que lento se cocina a fuego
para atravesar las partículas,
y desde el aire comenzar el habla,
la conversación.
Aquel poder divino
devino en sustancia,
el ritmo de la consistencia,
que con cruda elegancia,
parte el aire como un trueno
mientras a la distancia,
sos pensamiento.
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