Destinar
las mañanas
a un silencio platinado,
que recorre el abrigo
necesario por solsticios.
Destinar
las mañanas
a despertarlas acariciadas,
como un remolino a paso lento,
necesario,
después de tirar dichos al viento.
Destinar y soltar,
mira como fluye la verdad.
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