Todo
el silencio que abunda
se hace
la noche en un segundo,
mientras
la luz se dispara
la
tierra tiembla,
los
vidrios vibran,
el
aire late.
Cruje
en lo perpetuo
el
cielo que irradia y arremete,
en
un segundo de impacto
la
luz en la tierra late,
como
un contacto de energía,
un
suspiro natural.
Lo
perpetuo es silencio,
ante
un cielo concreto
que
habla entre dientes.
Las
nubes se enfrentan y unen,
mientras
los pájaros huyen,
porque
son los primeros que saben,
cuándo
hay que irse.
Tiembla
el día y cae la mañana,
aquel
deseo es inmediato,
un
contacto suave con lo cotidiano.
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