Son buenas,
las formas que nacen
de cada momento a gusto,
cuando las energías emanan
un color desnudo.
Como evocar un pasaje oculto
o caminar de a ternarios,
en temporadas húmedas
que forman nubarrones,
esos que pasean alunizados
y se estrellan en un canto de Eolo.
Son más bien gratas,
bailarinas sin miedo,
llegando para presentar
el movimiento de los mares
y lo violáceo del silencio.
Jugando a sabiendas,
saboreando el poder hacerlo,
la voluntad impresionante de la historia,
los contactos, los placeres y caminos,
que se esparcen
cuando ya no hay prisa
sobre un febrero entero.
Como una máquina
de coser, hacer.
Hagamos lo que
queramos.
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